[Alegría partida]
En medio de la refriega, todo su interés estaba puesto en ella. En atenderla mientras le protegía. En restañar las heridas que sufriese. En curarla de todo mal.
Ella le correspondía, protegiéndole. A él no le gustaba atacar, prefería defenderse. Pero ella luchaba con un fervor que hasta los mismos dioses envidiaban... y él la curaba. Ya que no podía evitar que fuese a la guerra, qué menos que acompañarla para que volviese sana y salva...
Dos sin'dorei. Blancos, puros, perfectos en la Luz.
La guerrera y el sanador. Cogidos de la mano. Hojas de oro y plata cayendo sobre ellos. Las palabras atropelladas y torpes de él, pero no por ello menos sinceras. Las palabras de ella, dulces, sonrojadas y etéreas.
La alegría de ambos cuando deciden que quieren unir sus caminos para siempre.
Un campo de batalla.
La desesperación de él cuando no consigue llegar a tiempo hasta ella. La desesperación de ella por morir sin verle. La desesperación que les une y les da alas para reencontrarse.
La desesperación de él cuando no puede encontrarla.
La desesperación de ella cuando la vida se le escapa y él no ha llegado.
Las lágrimas de él que caen en la piel de su prometida, fría y rígida, reclamada por la muerte. La desesperación que le ataca.
La desesperación ciega y voraz que acecha su alma y la devora.
Noche fría y dura. Él sentado en una silla, con las manos en la cara. Las lágrimas caen por sus antebrazos y llegan al suelo, golpeándole como silenciosos martillos de los dioses.
Noche fría y lluviosa. Él, en la misma silla, mirando al vacío. Él, que mira al vacío. Al vacío que lo ha devorado por dentro. Al vacío que le ha apartado de todo lo que amaba.
Noche fría. Él, triste y solo, alejado de todos. Él, leyendo. Él, paseando. Él, intentando vivir con un corazón roto... Él, en suma... solo.
Noche fría, rabiosa y mala.
Él, en su silla.
Ella, en su puerta.
Él la mira y se rompe. Ella, fría como el hielo y mortífera como una pulmonía. Ella, que ha vuelto de entre los muertos. Él, que recoge los fragmentos del dolor y los usa como una máscara.
Ellos, que se dedican a segar la vida y sembrar el caos. Ellos, que siembran muerte y recogen sangre allá por donde van.
Ellos, que están juntos de nuevo y juegan a ser dioses con los inocentes y los desamparados...
Día soleado, tranquilo y plácido.
Él, que recoge los fragmentos de su alegría y los abraza, ocultando los del dolor en lo más profundo de su alma.
Él, que habla con una estatua...
Él, que vuelve a ser feliz.
Cada vez que lo leo se me ponen los pelos de punta. Necesitas una segunda parte un poco más alegre YA.
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